Ignacio cumplirá los 18 años, la vida le dejó huellas profundas en su rostro. Dos cicatrices son la herencia de una brusca ruptura familiar y de su paso violento por las calles de Quito, la capital de Ecuador.
Tras huir de casa a los 14 años, buscó el refugio de otros jóvenes y organizó su propia pandilla a la que llamó ‘Family Rap’, integrada por 15 adolescentes que gustaban de ese ritmo. “Éramos como una verdadera familia”, cuenta.
En la pandilla Ignacio no solo hizo ‘buenos amigos’, sino que fue atrapado por las drogas. Presos por la adicción, Ignacio y sus amigos de ‘la Family’ asaltaban a transeúntes, en locales comerciales, en buses. Cuando el dinero ya no les alcanzaba, ‘la Family’ empezó a armarse, atracando a guardias privados en varios barrios.
Como este grupo, existen 155 pandillas en Quito, según la Policía Especializada en Niños y Adolescentes (Dinapen). La jefa de la Dinapen, Mary Jiménez, dice que la pista delictiva de los pandilleros está en los grafitos de las paredes y en los testimonios de los jóvenes infractores detenidos, que han servido para mapear las zonas donde operan las pandillas y sus principales delitos, en su mayoría atracos y asaltos.
Pandillas y Naciones
Con este seguimiento, la Dinapen ha detectado pandillas bien organizadas, con más de 100 miembros, como Los Vatos Locos, Bayardos, Eslimer’s, Latin Kings, entre otras. Por su magnitud, estas bandas son llamadas ‘naciones’, porque sus ramificaciones se extienden más allá de los barrios a otras ciudades y países.
“La principal diferencia entre pandillas y naciones es numérica. La pandilla está compuesta por hasta 20 miembros en cuanto una nación puede llegar a tener 1500 en una sola ciudad, además de ramificaciones en el exterior”, explica Mauro Cerbino, catedrático e investigador sobre pandillas.
En Ecuador, los delitos de las pandillas se volvieron notorios a finales de los 90, con los violentos crímenes cometidos por los Bayardos, en Quito, y con la masificación de los Latin Kings, en Guayaquil, Santo Domingo, Ambato y Esmeraldas.
La Policía dice que hay más de 600 Vatos Locos en Quito. Ellos aseguran que en la ciudad tienen 1000 miembros y que su ‘nación’ se multiplica a otras urbes y países.
Transnacionalismo
Así como Los Vatos Locos, los Ñetas, Latin Kings y los Sara Mara Truchas (Los Maras) también se consideran pandillas transnacionales. Estas organizaciones se afincan en varios países del continente e incluso están en España e Italia. Nacieron en EE.UU., sus creadores fueron emigrantes mexicanos y centroamericanos en la década de los 50 y se afincaron en el país en los 80.
“Los fundamentos en los que se basa la ‘nación’ son los mismos: la marginación, el rechazo y el racismo, por ejemplo. Son temas presentes tanto en México, España e Italia así como en Ecuador. Ninguna persona puede vivir en el no reconocimiento” señala Cerbino.
Características
Cerbino explica que las pandillas son organizaciones jerárquicas, con símbolos de identidad y formas de reclutamiento propio. “Por ejemplo, los Latin King solo visten de amarillo y negro; además llevan collares con 360 mullos, unos con combinaciones de color negro y amarillo, otros con negro y rojo. Esto depende de su antigüedad, que está marcada por el intervalo de cada color”, dice.
El proceso para que un joven ingrese es secreto. La mayoría tiene que mostrar su habilidad y entrega por la ‘nación’. Por ejemplo, los Vatos primero preguntan la razón por la que quieren ingresar. Luego le dan un “placazo” (pelea para comprobar su arrojo). “Sangre con sangre para entrar”, dice uno de ellos.
Otro código que los identifica son sus plegarias. Los Vatos dicen “Muero por mi clika, me vale madre, es mi father y sangre, por eso siempre juró Vatos locotes...”. Por último, los integrantes deben demostrar la fidelidad a la ’nación’ cada día, en el colegio y en la calle. Si tienen que combatir con otros grupos lo hacen.
“La rivalidad entre ‘naciones’ es evidente. En Guayaquil, se registran enfrentamientos entre los Ñetas y los Latin Kings. En Quito, también han existido riñas callejeras entre estas organizaciones”, indica Jiménez.
Fruto social
Así como en otros países donde también proliferan las pandillas juveniles, los jóvenes que entran a las pandillas ganan, además de ‘homies’ (hermanos de pandilla), todo un conjunto de valores y pasan a pertenecer a un grupo, donde practican acciones que les vale ascensos como en una carrera, hasta llegar a ser ‘corona’, jefe de una división. Según la oficial de la Dinapen las ‘naciones’ están lideradas por adultos que llegan hasta los 30 años.
Sin embargo, Mauro Cerbino explica que las ‘naciones’ no aspiran a ser un contrapoder. A pesar que por veces son contratadas para realizar acciones delictivas por el crimen organizado, el experto no las considera ‘peligrosas’ para la comunidad.
“La sociedad posibilitó el funcionamiento de la nación, pero no es una desviación de ella o una cosa loca. Hay que analizar qué se puede hacer para que los jóvenes no se maten y no cometan delitos”, concluye.
Fuente: El Comercio
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